Puedo ser dura, empática, justiciera, cariñosa, castigadora, comprensiva, impasible, emocional, sarcástica, dulce, hiriente, conciliadora, soberbia, paciente o rencorosa, pero está claro que también soy llorica.
- Lloriqueo cuando veo que a mi alrededor se asientan hordas de analfabetos y tarados.
- Lloriqueo cuando siento impotencia ante las injusticias que provocan esa falta de seso.
- Lloriqueo cuando compruebo la hipocresía de individuos incapaces de darse cuenta de los errores tan grandes que cometen.
- Lloriqueo cuando el sentido del humor se pierde, la ironía se malinterpreta o se utiliza incorrectamente para realizar abusos que hacen que el sentido del humor se pierda y la ironía se malinterprete.
- Lloriqueo cuando se hace evidente que la gente ya no sabe leer. Ni escribir. Ni argumentar.
- Lloriqueo cuando siento que necesito atención y lloriqueo más al recibirla por lloriquear.
- Lloriqueo cuando descubro que soy incapaz de alejarme de todo eso porque hay personas que me atan y por las que estoy dispuesta a lloriquear, patalear y rabiar lo que haga falta.